Se les llamaba huasipungueros porque a cada familia le asignaban una pequeña parcela, un huasipungo, en el que realizaban sus propios cultivos, garantizando así su estancia en la hacienda, pero a pesar de poder usar las tierras para edificar sus modestos hogares y mantener un pequeño huerto, estas tierras no les pertenecían. Las pequeñas propiedades que los terratenientes entregaban a los indígenas como compensación por su trabajo, les eran robadas más tarde por los mismos terratenientes y, cuando aquéllos protestaban por el atropello, eran asesinados.
Como en el concertaje, los huasipungueros estaban atados a una serie de presiones por las que se endeudaban con el terrateniente de por vida y quedaban ligados a la hacienda. Esta situación, que dio pie a permanentes abusos e injusticias, era herencia de un sistema colonial en el cual el indígena era un grupo subordinado con un estatus legal diferente al del grupo blanco mestizo. Eran obligados a trabajar día y noche, siete días a la semana y aunque supuestamente debían cobrar un salario por su trabajo, éste se les negaba a menudo.
Los abusos de los patrones eran constantes, un ejemplo es el caso de una indígena que fue sentenciada a muerte por el amo de la hacienda por haber dejado morir a un ternero. Si no se cumplía con el trabajo, el patrón, acompañado de varios hombres, lo sacaban de la choza y lo apaleaban brutalmente. Cualquier pequeño error era pagado con castigos corporales y tareas extras.
En las haciendas era común que los patrones violaran a las niñas empleadas y para prevenirlo los padres las obligaban a casarse con un hombre mucho mayor que ellas. Los indígenas pedían que se suprima el trabajo obligatorio de las mujeres, ya no pagar los diezmos y primicias, proveer de herramientas a los trabajadores, incrementar el salario para el huasipungueros y peones, pero sus peticiones no eran cumplidos pues eran considerados tan solo como un objeto más de la hacienda en donde..
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